Por Cristián M. Muñoz y Alexander Galetovic →

La apuesta de Europa por el desarrollo de las energías renovables no convencionales, en la forma de centrales eólicas y solares fotovoltaicas, se está convirtiendo en una manera cara de mejorar el medio ambiente y en una pesada carga para los gobiernos y consumidores, que son los que finamente pagan las abultadas cuentas de energía.

Un par de artículos sobre el costo de las ERNC en España (de la revista inglesa The Economist) y en Alemania (uno de la revista alemana Der Spiegel, otro del New York Times y un tercero delWall Street Journal. En ambos países los subsidios a las energías renovables no convencionales están llegando a montos del orden del 1% del PIB por año (equivalente chileno: alrededor de US$2.700 millones). En España el gobierno llegó a pagar 12 veces el precio de mercado por energía solar. En Alemania, los subsidios a las energías renovables son del orden de seis veces el valor de mercado de la electricidad que producen: se gastan €20.000 millones para producir energía que vale €3.000 millones valorada a precios de mercado. El costo de cada MWh generado con ERNC es del orden de US$400/MWh y el estampillado necesario para sostenerlo es del orden de US$60 MWh (costo de desarrollo de carbón y del GNL en Chile, entre US$ 80 y 90/MWh). Se calcula que el costo de cumplir las metas de ERNC le costará a Alemania del orden de US$ 735.000 millones, superando incluso los rescates de ese país a la Eurozona. El efecto sobre los consumidores, sobre todo modestos, parece ser un tanto dramático, al menos según lo que describen el NYT y Der Spiegel. Similar situación ocurre en otros países de Europa tales como Inglaterra o Dinamarca. En abril de este año el New York Times afirmaba que Europa enfrenta una crisis porque su energía es muy cara, provocada en gran medida por el fomento de las energías renovables no convencionales a cualquier costo.

En Chile, la reciente ley 20/25 le debería costar al país a lo menos US$500 millones de dólares al año sólo en el SIC, (pérdida social equivalente a 1/6 del costo de abastecimiento anual del SIC, incluyendo capital, combustible y medio ambiente, pero sin incluir los aumentos del costo de la transmisión necesarios para manejar las intermitencias del viento y del sol; estimaciones de Galetovic y Hernández respecto de un suministro eficiente sin restricciones a las centrales convencionales). Esta pérdida social es similar a la que causó la pérdida del gas argentino. Si se adoptase el 30/30, la pérdida social debería aumentar a unos US$1.000 millones al año suponiendo, por cierto, que en el SIC hay capacidad de ERNC aprovechable en los plazos que nuestros legisladores están imponiendo, cuestión bastante dudosa.

Lectores atentos notarán que uno de los gráficos en el artículo de The Economist muestra la caída del precio de los paneles solares desde poco menos de €5/W en 2007 hasta poco más de €2/W en 2012. En Chile se ha dicho que gracias a esta los proyectos solares son rentables aun sin ley. Sin embargo, el costo de los paneles es sólo alrededor de 1/3 del costo de un proyecto solar (sin costar el costo incremental de la transmisión, tanto porque están lejos como porque son una fuente de energía intermitente). Más importante, el precio de los paneles se derrumbó por los subsidios chinos, los que hicieron quebrar a una parte importante de las empresas no chinas en Estados Unidos, y en Alemania (y recientemente a las chinas también, principalmente por el incumplimiento de sus compromisos con bancos chinos) y por el exceso de oferta de paneles por la detención de las inversiones en Alemania y España. El precio actual de los paneles ciertamente no es de equilibrio. Más aun, por los subsidios en diciembre de 2012 el Departamento de Comercio de Estados Unidos ordenó aplicar tarifas antidumping a los paneles provenientes de China. Las tarifas van desde 24 a 255% sobre la base de los precios de 2011. Algo similar ocurrió en Europa. Para evitar una guerra comercial con China, se llegó a un acuerdo de una cuota máxima y un precio mínimo para los paneles chinos. Esto seguramente aumentó aun más el exceso de oferta de paneles en el resto del mundo, pero por un tiempo limitado.

En conclusión, las ERNC podrían para mejorar el medio ambiente, pero son extremadamente caras. En Chile, además, el impacto ambiental que logran es muy pequeño, entre otras cosas porque las normas de emisión son estrictas y el SEIA ha sido eficaz. Si realmente nos preocupa el medio ambiente existen otros mecanismos más efectivos y eficientes que nos permitirían mejorar bastante el medio ambiente: por ejemplo, avanzar en normativas de emisiones de gases de otros sectores industriales y del transporte y quizás introducir subsidios para mejorar la combustión de la leña en regiones (la leña constituye el 20% de la energía primaria en Chile y es una de las principales causas de la contaminación ambiental en regiones).

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