Por Cristián M. Muñoz y Alexander Galetovic →

Más del 50% de la energía renovable europea se produce quemando biomasa. Sin embargo, tal parece que emite más CO que el carbón.

En París los países europeos se comprometieron a reducir sus emisiones de CO en 30% respecto de las emisiones de 1990. Uno de los medios es subsidiar a la energía eólica y la solar fotovoltaica. Otro menos conocido es sustituir generación a carbón con biomasa. De hecho, tal como se aprecia en la Figura 1, la biomasa, proveniente principalmente de la madera, no sólo produce más del 50% de la energía renovable no convencional (ERNC) europea. Entre 2000 y 2013 aumentó en el equivalente a 35 millones de toneladas de petróleo equivalente, superando el crecimiento de la generación con viento y sol combinados (29 millones de toneladas de petróleo equivalente).

La energía generada con biomasa no es limpia. Una reciente investigación deClimate Central muestra que la combustión de madera en centrales termoeléctricas emite más CO2 por unidad de energía producida que el carbón (véase la Figura 2). Sin embargo, un vacío de la normativa climática Europea permite que el CO2 que se emite quemando biomasa no se incluya en los inventarios de emisiones. Esta omisión es importante, porque el orden de magnitud del aumento de estas emisiones es similar a las reducciones de CO2 que han reportado los países europeos durante los últimos años (ver figura 1, línea punteada).

La biomasa y contabilidad de las emisiones de CO2

Con todo, la norma europea tiene cierta lógica. En efecto, cuando se usa la madera de un árbol ya cortado, sólo se devuelve a la atmósfera el CO2 que el árbol capturó para crecer. Mas aun, si el árbol se hubiese cortado para otro fin, el CO2 regresaría de todas formas a la atmósfera por descomposición, lográndose la carbono neutralidad.

 

El supuesto tiene implicancias prácticas. Si una central termoeléctrica reemplaza carbón o gas natural por biomasa, se le contabilizan menos emisiones de CO2. Por eso, estimuladas por esta convención contable, muchas centrales a carbón europeas se están reconvirtiendo para quemar biomasa.

 

Sin embargo, es dudoso que la convención contable sea apropiada para medir las emisiones europeas y su contribución al calentamiento global. En efecto la norma europea contabiliza apropiadamente las emisiones de CO2 sólo en dos casos. Como ya se dijo, uno es cuando las centrales queman biomasa de árboles muertos que de todas maneras se hubiesen descompuesto. Sin embargo, es improbable que así este ocurriendo, porque para que así fuera, esta madera debería provenir de árboles caídos o de residuos forestales. Los volúmenes de madera que mueren naturalmente seguramente son insuficientes para sostener crecimientos de la generación con biomasa como el que se observa en la Figura 1.

 

El segundo caso es cuando se desarrolla una industria que quema solamente biomasa plantada para ser quemada solamente después de que haya crecido. Al crecer, el bosque absorbería el CO2 que posteriormente regresaría a la atmósfera quemado para producir electricidad. Una vez alcanzado el equilibrio de largo plazo, el flujo de madera cortada y quemada anualmente podría ser igual al crecimiento del stock de biomasa y todos los años se plantarían arboles nuevos para reemplazar a los que se cortan y queman. Si bien posible, tomaría décadas desarrollar esta estrategia.

 

Un estudio de Natural Resources Defence Council (NRDC) analiza un tercer caso. Supone que en 2015 se reemplaza una central que quema carbón por una que quema biomasa compuesta en 70% por madera. Para compensar la madera quemada, se plantan árboles a partir de 2015. Eventualmente los árboles crecerán y absorberán el CO2 emitido por la madera que se quemó para reemplazar al carbón. Sin embargo, por un buen tiempo, la cantidad de CO2 en la atmósfera será mayor.

 

En efecto, la línea continua oscura en la Figura 3, muestra las emisiones acumuladas cuando la central quema biomasa. La línea punteada muestra las emisiones de la central cuando quema carbón. Inicialmente y por 50 años (hasta 2065) el stock de CO2 en la atmósfera crece más rápido con biomasa. Eventualmente los bosques crecen lo suficiente y absorben el CO2 emitido. Sin embargo, sólo en 2070 el stock emitido es el mismo que si la electricidad se hubiese generado con carbón. Y sólo en 2080, cuando los bosques maduren, la central alcanzaría el estatus de cero emisiones o carbono neutralidad. Mientras tanto y hasta 2080, la emisiones incrementales de CO2 contribuirán al cambio climático.

Conclusiones

Sin contabilidad cuidadosa y detallada no es posible saber si la norma contable europea es apropiada. Al mismo tiempo, es evidente que los europeos eligieron la norma contable que permite mostrar las reducciones de emisión de CO2 más altas.

 

La norma contable europea sugiere una lección más general. Hasta el momento los compromisos de reducción de emisiones no han sido vinculantes y los países han sido libres para prometer sin cumplir. Sin embargo, si el acuerdo de París se traduce en compromisos vinculantes y costosos, los compromisos no serán mera retórica. Una manera de disminuir costos, seguramente, será mediante técnicas contables que faciliten cumplir con las metas, tal cual como ocasionalmente algún banco ha subestimado su leverage para prestar sin aumentar el capital; algunas empresas han “activado” ingresos futuros y eventuales; y gobiernos han sacado gastos e inversiones del presupuesto para mostrar déficit fiscales menores que los reales.

 

Los fraudes ocurren a pesar de que las normas contables generalmente aceptadas han evolucionado durante más de un siglo, son desarrolladas permanentemente por una legión de instituciones nacionales y supranacionales e incumplirlas a veces es delito. Por contraste, la contabilización de emisiones no se ha beneficiado aún de una evolución. Por el momento, cada país hace su inventario y tomará tiempo recorrer el camino que han seguido los principios contables generalmente aceptados. El cambio climático, entretanto, seguirá su curso. Como alguna vez dijo el físico Richard Feynman, comentando el accidente del Challenger y los cálculos de riesgo de las administraciones de la Nasa, a la naturaleza no se la puede engañar.

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