Por Cristián Marcelo Muñoz
A más de un mes del surgimiento del COVID-19 en Chile, el descenso en la actividad económica se sigue reflejando en una nueva reducción en el consumo y en los precios spot de la electricidad.
En una Breve anterior reporté que luego de decretada la Fase 3 del COVID-19, el 13 de marzo, el consumo de electricidad de un día de trabajo típico había sufrido una caída importante, sin embargo, a más de un mes del surgimiento de la epidemia y de la aplicación de estrategias que restringen el movimiento de la población, la caída de la actividad económica y por ende, del consumo de electricidad, es sustancialmente mayor.
Según se aprecia en la gráfica de la figura, el consumo en los días de trabajo entre el 13 y 27 de marzo, cayó 4,1%, respecto del consumo de la primera quincena de ese mismo mes. Sin embargo, luego de decretado el Estado de Emergencia, el 16 de marzo, y de las posteriores medidas que restringieron el movimiento de la población, el consumo de un día de trabajo de la semana recién pasada, 30 de marzo al 4 de abril, cayó, en promedio, 9,6% respecto del mismo período de referencia, poco más de 900 MW, o el equivalente a casi dos veces la potencia del complejo Colbún-Machicura.
Por su parte, el promedio del costo marginal de la energía en los días de trabajo, del período del 13 al 27 de marzo, cayó 32%, respecto de la primera quincena de marzo. Sin embargo, si se compara la semana anterior con la misma quincena de referencia, esta caída es de 58%. Cabe destacar que en marzo, la operación de las centrales se caracterizó por reducciones en el suministro de gas natural de Argentina y por la indisponibilidad de algunas importantes centrales termoeléctricas a carbón y gas, situación que llevó a que el Coordinador programara la operación frecuente de turbinas a diésel, elevando, con ello, el precio en la barra de Quillota por sobre US$100/MWh en un conjunto de horas de ese mes. En la caída del costo marginal también ha contribuido la baja que ha experimentado el precio del carbón, resultado del exceso de stock en los mercados mundiales.
Las medidas de control de movimiento, si bien, necesarias, están amenazando con llevar, no sólo a Chile, sino que a la economía mundial a una depresión, incluso mayor a la sufrida en 1929. Según los resultados del modelo de la epidemia del COVID-19 que ajusté y reporté la semana pasada, la epidemia podría tener una larga duración, pues, dependerá de la efectividad de las medidas de restricción del movimiento de la población, pudiendo producirse el peak de infectados entre el segundo y cuarto trimestre de este año ―siempre está la posibilidad de que existan resurgimientos de esta epidemia, con lo cual, los plazos serían incluso mayores―.
Es así que, si bien, la preocupación de los gobiernos se ha centrado en evitar la expansión del virus, reducir las consecuencias en la economía de sus países ha pasado también a ser una prioridad. En efecto, se han propuesto nuevas estrategias que serían más eficientes en el control de la propagación del virus. Por ejemplo, el gobierno de Boris Johnson en Inglaterra, esta analizando la aplicación diaria y masiva del test de detección del virus, complementado con la cuarenta selectiva de sólo la población infectada. Una estrategia similar fue usada en Singapur, Corea del Sur y Taiwán. En buenas cuentas, más que estímulos económicos a la industria, la clave de superar las consecuencias de la pandemia estaría, mas bien, en la inversión en controles frecuentes y masivos que permitan identificar y aislar a la población afectada.
Cristián Marcelo Muñoz
Fundador de Breves de Energía. Email de contacto cmmunozm@brevesdeenergia.com.
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