Por Cristián M. Muñoz y Alexander Galetovic →
La COP-19 finalizada recientemente en Varsovia ha decepcionado por sus resultados, ya que, nuevamente los Estados Unidos, China y la India no han tomado compromisos vinculantes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Acaba de finalizar la Conference of the parties N°19 (COP-19) de las Naciones Unidas. La COP es una reunión anual establecida en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC por siglas en inglés), cuyo objetivo primordial es avanzar en el establecimiento de metas cuantitativas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)
Nada nuevo fue la controversia entre países desarrollados y en desarrollo. De un lado, los países desarrollados insisten en que todos los países deben participar, prácticamente a cualquier costo, en medidas concretas de mitigación de GEI. Del otro lado, los países en desarrollo, liderados por China e India, no están dispuestos a comprometerse con metas concretas de mitigación y con ello, sacrificar parte de su desarrollo económico, mientras no reciban una potente, y no meramente simbólica, ayuda financiera de los países ricos, principales responsables de la concentración de GEI en la atmósfera. Cabe señalar que esta situación ya fue tratada en el artículo N°3 de la UNFCCC de 1992, que establece el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas en la lucha contra el cambio climático. En efecto, son los países ricos: Estados Unidos y los países de Europa, denominados países Anexo 1 en ese acuerdo, los que “deberían tomar la iniciativa en lo que respecta a combatir el cambio climático y sus efectos adversos”.
Tras dos semanas de reuniones y deliberaciones se logró un tímido acuerdo que no avanza mucho más de lo que ya se acordó en las anteriores conferencias (COP-17 de 2011 en Durban y COP-18, de 2012 en Doha). El acuerdo establece que los países deben preparar los planes de acción que comprometerán en la COP-21 en París 2015, con vías a un compromiso global que entraría en vigencia en 2020 según lo acordado en la COP-17 de Durban. Se avanza en los mecanismos para asignar la ayuda comprometida en las conferencias anteriores, el que consistente en un fondo financiero de 100.000 millones de dólares anuales que será aportado por los países desarrollados a partir de 2020. A ese fondo, se suma un nuevo mecanismo internacional de ayuda desde los países desarrollados (Fondo de Adaptación), al cual contribuyeron preliminarmente sólo Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Noruega, Suecia y Suiza. Estos países comprometieron colectivamente del orden de 100 millones de dólares en ayuda para la adaptación de los países pobres que puedan sufrir eventos climáticos extremos. Cabe mencionar que el Fondo de Adaptación responde a eventos climáticos tales como el reciente tifón filipino. Las Filipinas pidieron compensación, argumentado que el tifón sería una consecuencia directa del cambio climático. Sin embargo el IPCC aún no tiene opinión sobre este punto. Llama la atención lo simbólico del aporte, puesto que la pérdida ocasionada por el tifón se calcula en un 2.9% del PIB.
Lo más novedoso se refiere a un acuerdo para reducir la desforestación y degradación de los bosques. Se crea un nuevo fondo de 280 millones de dólares (fondo bio-carbono) al que inicialmente contribuyen los Estados Unidos, Noruega y el Reino Unido. La idea de este fondo es entregar ayuda financiera a los países en desarrollo que puedan demostrar reducciones en estas áreas.
En conclusión, y como afirma la prestigiosa revista Nature, los acuerdos anteriores fueron ensombrecidos por la falta de pasos decisivos respecto de metas vinculantes de mitigación que involucren a Estados Unidos, China y la India. Cabe recordar que estos países suman del orden del 45% de las emisiones globales y que ningún acuerdo de mitigación será eficaz sin la participación decidida de estos países. Sin embargo, Estados Unidos está sumergido en el boom del petróleo y gas de esquisto, y China está más involucrada en resolver sus enormes problemas de contaminación local a través de la gasificación del carbón, que reduce las emisiones locales de MP y SOx, pero que aumenta en un 82% las emisiones de carbono respecto de quemarlo en su estado natural. Da la impresión que Estados Unidos y China no están muy preocupados del cambio climático –los discursos públicos divergen de la realidad– y las emisiones de CO2 continúan creciendo. En este contexto es válido preguntarse qué sentido tendrá el ambicioso compromiso tomado por Chile en la COP de Copenhague en 2009, consistente en reducir un 20% las emisiones de CO2 al 2020, meta similar a la de un país rico y que no tendrá mayor impacto global.
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