Por Cristián M. Muñoz y Alexander Galetovic
La agresiva agenda climática del Reino Unido sería la causa de la postergación de nuevas inversiones en centrales termoeléctricas de base. La significativa reducción del margen de reserva operacional del sistema eléctrico y el aumento en el consumo, están amenazando a Inglaterra con un crisis energética.
El Reino Unido (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) y en particular Inglaterra, estarían enfrentando la peor crisis energética de los últimos 30 años con posibilidades de un blackout en el invierno de 2014, según han alertado la industria de energía y el ex jefe de la Oficina de Gas y mercados de Electricidad (Ofgen). En efecto, el reciente estudio de abastecimiento elaborado por la Royal Academy of Engineering concluye que la probabilidad de cortes de suministro en las horas de punta del sistema ha ido aumentado de manera significativa durante los últimos años y se hará critica al comienzo de este año. Las causas son una importante disminución de la reserva termoeléctrica y el aumento de la demanda por electricidad, consecuencia de los inviernos más crudos que el hemisferio norte está experimentado. La apretada situación energética también ha provocado fuertes críticas a la agenda energética del gobierno de David Cameron.
Siendo los ingleses ejemplo de buena planificación y de organización, cabe preguntarse ¿por qué están al borde de una crisis energética? La respuesta es simple: falta de inversión en nuevas centrales termoeléctricas de base, consecuencia de la ambiciosa agenda climática que el Reino Unido, como parte de la Unión Europea, está obligado a cumplir. Esta agenda, conocida como la hoja de ruta de la Unión Europea al 2050 tiene como principal objetivo la mitigación de gases de efecto invernadero, en la forma de CO2. En buena medida, implica remplazar los combustibles fósiles por fuentes renovables. Otros ingredientes de la receta inglesa incluyen profundas reformas al mercado de electricidad (más planificación del Estado y menos decisiones descentralizadas de agentes privados), el retiro de centrales termoeléctricas de base (carbón y nuclear) y la postergación de inversiones en la búsqueda de nuevas reservas de petróleo y gas en el Mar del Norte, apostando por una baja sustancial en el precio del gas como consecuencia del impacto del shale gas/oil de Estados Unidos(situación que hasta el momento no ha ocurrido).
La agenda climática del Reino Unido
Las meta del Reino Unido al 2020 son reducir el 20% de sus emisiones de gases de efecto invernadero en la forma de CO2 y que el 20% de su consumo total de energía provenga desde energías renovables; esto implica un 15% de participación de las energías renovables en el consumo final de electricidad. Las metas de penetración de energías renovables han sido acompañadas con subsidios a las tecnologías eólicas y solares (tecnología fotovoltaica). Al 2010 estos subsidios sumaron 1.000 millones de libras anuales y se proyecta que alcanzarán los 7.000 millones de libras por año al 2020. Como complemento, se impusieron fuertes normativas ambientales locales que obligarán a retirar 11 GW de centrales a carbón más 3.4 GW de centrales nucleares durante los próximos 2 años – alrededor del 17% de los 89 GW instalados en el Reino Unido. A lo anterior, se agrega el llamado “impuesto verde”, un cargo por tonelada emitida de CO2 que afecta a los procesos industriales. Para que las centrales eólicas y solares subsistan, a partir de 2009 la Ofgen y el gobierno introdujeron una serie de modificaciones a la regulación del mercado sólo en energía, es decir sin cargos explícitos por capacidad (que recibe el nombre de NETA). Entre las nuevas regulaciones se cuentan: ingresos adicionales al generador por ventas de capacidad a firme y los contratos por diferencia –un eufemismo para los subsidios desde el Estado o desde el resto de los generadores convencionales para pagarles un precio fijo a los generadores de energías renovables.
Los resultados
Los resultados parecieran no ser del todo promisorios. La principal reducción de gases de efecto invernadero en la forma de CO2 ha provenido del menor consumo de energía, consecuencia de la crisis financiera europea. Las políticas climáticas han implicado grandes subsidios a las energías renovables, incertidumbre en el mercado que ha desincentivado la inversión en nuevas centrales termoeléctricas de base, conduciendo a una disminución importante de la reserva y a un potencial desabastecimiento. Finalmente los impuestos verdes le han restado competitividad a la industria británica, principalmente a los sectores industriales intensivos en energía, entre ellas la industria química y del acero. Las estimaciones oficiales indican que las políticas climáticas le impondrán al año 2020 cargos adicionales del orden del 50% a las cuentas de electricidad de la industria. Tan complicada es la situación que el ministro George Osborne, se ha visto obligado a reducir los impopulares cargos a las cuentas de electricidad de los hogares.
En resumen, las políticas climáticas son populares en su inicio. Conocidas fórmulas numéricas, tales como 20/20, 20/25 y 30/30, que probablemente al lector le resulten familiares, invocan una reducción del impacto en el medio ambiente, con ambiciosas metas de reducción de gases de efecto invernadero y reducción de contaminantes locales (material particulado, y óxidos de azufre y nitrógeno), a través de fuertes metas de participación de energías renovables (principalmente eólica y solar fotovoltaica), el pronto retiro de centrales termoeléctricas, y la imposición de impuestos verdes. Estos deseos son equivalentes al lado luminoso de la Luna, el lado que todos deseamos ver. Sin embargo, la otra cara, es el lado oscuro de la Luna que pocos advierten, es el costo e ineficacia de estos deseos, expresados en defectuosas políticas públicas que conducen a la estrechez en el suministro de energía, caros subsidios que son pagados finalmente por el consumidor y la migración de industrias hacia países con energía más barata.