Por Cristián M. Muñoz y Alexander Galetovic →

Los costos de la hoja de ruta definida por Europa para transitar desde los combustibles fósiles hacia las energías renovables, están reduciendo la competitividad de la industria, y han despertado en los gobiernos reparos sobre su efectividad.

En 1776 James Watts y Matthew Boulton introdujeron la máquina a vapor, y con ello impulsaron la revolución industrial. Durante el reinado de Victoria I la máquina a vapor, alimentada con carbón, transformaría a Inglaterra de una economía rural en el primer gigante industrial. A fines del siglo XIX se sumó otra maravilla de la tecnología, el motor de combustión interna alimentado por petróleo. Con ello, y gracias al uso masivo de carbón y petróleo, el resto de Europa y luego los Estado Unidos lograron su prosperidad económica y con ello, determinaron la política energética que sería seguida por el resto del mundo hasta principios de la década del setenta. La crisis del petróleo iniciada con la guerra del Yom Kippur en 1973 y el fenómeno del cambio climático, marcan el inicio de la intención de Europa de distanciarse de los combustibles fósiles y la convierten en el principal promotor de la lucha en contra del cambio climático. Es así que en 1997 Europa promovió el Protocolo de Kioto y más tarde adoptó la EU 2050 Roadmap, cuya meta es reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) al 2050 reconvirtiendo a su industria para que descanse en fuentes renovables de energía.

 

Sin embargo, la EU 2050 Roadmap le ha impuesto una pesada carga a los gobiernos -el monto de los subsidios a las energías renovables varía entre 0,5% y 1% del PIB- y está forzando a Inglaterra y Alemania, sus principales promotores, a reflexionar sobre su eficacia y costo. Así, en Inglaterra, el primer ministro David Cameron indicó su intención de frenar algunas iniciativas incluidas en el Roadmap. La falta de inversión en centrales termoeléctricas ha obligado al gobierno inglés a definir un plan de emergencia que incluye el reintegro de centrales a gas y a carbón que habían sido retiradas del sistema, de modo de asegurar la continuidad del suministro. En Alemania, Sigmar Gabriel, Ministro de Economía y Energía, sostuvo que las energías renovables (viento y solar FV) le cuestan anualmente a las empresas y a los consumidores del orden de €24.000 millones (casi exactamente el 1% del PIB). Es más, el ministro de finanzas de ese país, Wolfgang Schäuble, señaló que Alemania debe reconsiderar su énfasis en las energías renovables y su decisión de apagar las centrales nucleares en 2022. Y en enero de 2014 el Comité de la Unión Europea, si bien acordó una nueva meta de reducción de GEI al 2030, no la hizo vinculante para cada país, principalmente por desacuerdos entre el Reino Unido, detractor de nuevas metas vinculantes, y Alemania que insistía en un acuerdo vinculante para cada país. Esta nueva iniciativa, que aún se debe debatir en el Parlamento Europeo y dentro del gobierno de cada uno de los 28 países miembros, ha recibido críticas de ambientalistas que lo ven como un paso atrás en el compromiso de Europa de mitigar el cambio climático.

La hoja de ruta de la Unión Europea (EU 2050 Roadmap)

La finalidad del EU 2050 Roadmap es reducir la emisión de GEI en 80% respecto de los niveles de 1990, al 2050. Porque Europa ya usó gran parte de sus recursos hidroeléctricos y no dispone de grandes recursos geotérmicos, el pilar de esta meta son las energías renovables no convencionales (ERNC), principalmente la biomasa, los parques eólicos y las centrales solares fotovoltaicos. La meta es que en 2050 las ERNC suministren entre el 40% y el 60% del consumo total de energía.Un paso más concreto fue el plan 20/20/20 acordado hace unos siete años atrás, el cual consiste en reducir al año 2020 la emisión de GEI (en la forma de CO2) en un 20%, respecto de los niveles de 1990 y elevar la participación de las ERNC, de modo que suministren el 20% del consumo final de energía a ese año. A ello se le agregó una meta de eficiencia, consistente en reducir en un 20% el consumo de energía en el año 2020; sin embargo, aún no es un objetivo vinculante. Cada país debe elegir políticas para cumplir con su meta, siendo las más agresivas las de Alemania (más conocida como la Energiewende), la del Reino Unido y la de España. Como parte de esta hoja de ruta, en enero de 2014 la Unión Europea propuso como metas para 2030 reducir la emisión de GEI en 40% respecto de 1990 y elevar la participación de las ERNC al 27%, pero sin metas vinculante por país. Europa complementó estas metas penalizando la emisión de CO2, a través de un sistema de permisos de emisión transables, el EU Emission Trading System (EU ETS).

Los resultados de la agenda europea no han sido auspiciosos

El liderazgo europeo ha sido un tanto ineficaz, porque ni los Estados Unidos ni los países en desarrollo, China e India, han aceptado metas vinculantes de reducción de GEI. Sin la participación de estos países, los esfuerzos para detener el cambio climático son sólo buenas intenciones1.

La prometida independencia de los combustibles fósiles y la disminución del precio de la electricidad tampoco se han materializado. Europa continúa dependiendo del gas de Rusia -cerca del 80% del gas que va hacia Europa pasa a través de Ucrania, de ahí la importancia estratégica de este país-, del gas natural licuado y del petróleo proveniente desde el Golfo Pérsico. Los contratos de largo plazo de gas están indizados en su mayor parte al precio del petróleo y por eso su precio ha aumentado –por ejemplo, en el Reino Unido el precio mayorista del gas aumentó 120%. Peor aun, la baja del precio del carbón en los Estados Unidos, a consecuencia del boom del shale gas, hizo resurgir al carbón en Inglaterra y en Alemania2. Las metas agresivas de ERNC han impuesto costos altos y operaciones ineficientes. El fomento a las ERNC se ha hecho en parte con cargos a las cuentas finales, las así llamadas feed-In tariffs 3. Por ejemplo, en Alemania algunos estiman que el costo de estas políticas se elevaría a un trillón de dólares. Los principales beneficiados con esta transferencia son los productores de ERNC quienes reciben un pago fijo, independiente del precio del mercado y de la hora en que generen. Los detractores agregan que los hogares más modestos en Alemania terminan pagando las celdas fotovoltaicas instaladas en los hogares más pudientes. Por otra parte, la generación incontrolable de las centrales eólicas y solares ha forzado intercambios ineficientes de energía. Parte de los grandes excedentes de producción en las horas fuera de punta deben exportarse a precios bajos a otros países, mientras que en las horas de alta demanda, la producción de las ERNC baja al punto que el sistema debe importar energía a precios altos.

La seguridad de suministro también es un tema. En diciembre de 2011 el comité asesor de la Comisión Europea encargado de la hoja de ruta, señaló su preocupación por la disminución de la calidad de servicio provocado por la intermitencia de las fuentes renovables y los sustanciales costos que estas metas envuelven en términos de infraestructura en la red de transmisión – del orden de 1.5 a 2.2 trillones de euros entre 2011 y 2050. Inglaterra por su parte está enfrentando problemas de suministro de energía producto de la falta de inversión en centrales termoeléctricas de base4.

Al mismo tiempo, la industria europea está perdiendo competitividad por el menor costo de la energía en los Estados Unidos, acrecentado por la revolución del shale gas. Según la Agencia Internacional de Energía, la diferencia durará al menos 20 años5. Por ejemplo, el sector manufacturero inglés ha reducido su consumo durante las horas de alta demanda debido a los altos costos de la energía. Por su parte, la industria manufacturera y química alemana estima pérdidas de €15.000 millones (alrededor de 0,5% del PIB) por menores exportaciones debidas a las políticas climáticas y energéticas de ese país5.

 

El EU ETS también tiene problemas. El sistema se diseñó para que los derechos de emisión costarán alrededor de €20/tCO2, pero actualmente el precio ronda los €5/tCO2 debido a la sobreoferta crónica de permisos y a una sobre estimación de la demanda futura.

En conclusión, pareciera que las políticas climáticas y energéticas europeas no han sido exitosas: se sigue dependiendo de los combustibles fósiles; los gobiernos han tenido que subsidiar el desarrollo de las ERNC; se ha debilitado la competitividad de la industria y, peor aun, las metas climáticas no han servido para involucrar a los Estados Unidos y China en similares esfuerzos. Esa es la Europa que caminaría hacia una crisis energética. Sin embargo, Europa ya está discutiendo un cambio de rumbo, ya sea, a través del desarrollo a largo plazo del shale oil/gas local o el resurgimiento de la energía nuclear.

 

Llama la atención que Chile se empeñe en seguir políticas climáticas y energéticas similares a las europeas. ¿Por qué iremos a tener éxito donde Inglaterra y Alemania parecieran haber fallado? Una apuesta errada redundará en energía cara y escasa, y retardará la ansiada meta de ser un país desarrollado.

Notas

  1. Para mayor información respecto de las dificultades de lograr un acuerdo global de mitigación de GEI, véase Breves de energía, 06/13 “Cambio climático. COP 19 en Varsovia: divergencia entre discurso y realidad”.
  2. Respecto del shale gas y su impacto véase Breves de energía, 01/14: “La revolución del shale gas y el mercado mundial del GNL”, por Frank Wolak.
  3. Para mayores detalles de los subsidios a las energías renovables que se pagan en Europa, véase Breves de energía, 02/13 “El costo que pagan los europeos por fomentar las ERNC”.
  4. Respecto delas dificultades en el suministro de energía que está experimentando el Reino Unido, véase Breves de energía, 02/14 “Inglaterra al borde del blackout”.
  5. Un reciente estudio concluye que el impacto en la industria ha sido exagerado, argumentando que es la innovación y no el costo de la energía lo que finalmente determinará la competitividad de las empresas europeas. Sin embargo, este argumento pierde fuerza en industrias que como la manufacturera son intensivas en energía; y en general seguramente es errado si se considera que el conocimiento suele ser un bien público -lo puede usar quien compra energía barata o quien compra energía cara.

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