Por Cristián M. Muñoz →

Para estabilizar la temperatura de la Tierra y detener el cambio climático las economías más grandes deben reducir sustancialmente sus emisiones de CO2. ¿Están dispuestas a pagar los costos necesarios para hacerlo? Antes de comprometer nuestras metas y aumentar el costo de nuestra energía deberíamos averiguarlo.

EN la Conferencia de Lima de 2014, se acordó que durante 2015 cada país informaría el monto de sus reducciones voluntarias de emisiones de CO2. Se espera que el acuerdo final se formalice a fines de año en la Conferencia de Paris, COP-21 y que las reducciones comprometidas se materialicen a partir de 2020.

 

En 2014 los europeos anunciaron que en 2030 esperaban reducir sus emisiones en 40% por debajo de lo que emitieron en 1990. Los Estados Unidos y China también anunciaron que habían llegado a un acuerdo según el cual en 2030 los norteamericanos reducirán sus emisiones en 28% respecto de 2005 y los chinos seguirán emitiendo sin restricción hasta 2030 para luego comenzar a reducir. A fines de marzo de este año, los Estados Unidos ratificaron esta meta en el marco de la COP-21. Y si bien la China aún no ha formalizado su meta, se cree que no será muy distinta a lo que acordó con los Estados Unidos. ¿Será suficiente para estabilizar la concentración de CO2 en la atmósfera y detener el cambio climático?

La relación entre el cambio climático y los combustibles fósiles

Los gases de efecto invernadero (GEI) atrapan parte del calor generado por el reflejo de la radiación solar en la superficie de la Tierra (radiación infrarroja). Esta radiación produce el “efecto invernadero” que estabiliza la temperatura de la Tierra en unos 15°C en promedio, en vez de los -20°C que serían la norma en su ausencia. El panel de científicos que estudia el cambio climático por encargo de las Naciones Unidas, IPCC, afirma que la intensidad del efecto invernadero está aumentando con probabilidad mayor que 95% debido a la actividad humana y principalmente por el uso de energía fósil. El CO2 que se produce al quemar carbón, petróleo y gas, que representa el 70% de los GEI de origen antropogénico, aumenta la concentración de los GEI en la atmósfera, ya que permanece por unos 100 años. Entonces, estabilizar la temperatura de la Tierra requiere sustituir los combustibles fósiles por energías que no emitan CO2 e inventar y difundir la tecnología para capturarlo.

El rol de las grandes economías

Tal como se aprecia en el cuadro, en 1990 los Estados Unidos, Europa y la ex Unión Soviética emitieron 11 GtCO2 (una giga tonelada son 1.000 millones de toneladas), el 53% del total de las emisiones mundiales. Ese mismo año, la China y la India emitieron sólo 3 GtCO2, el 14% de las emisiones mundiales. Desde entonces, los países desarrollados estabilizaron sus emisiones. Sin embargo, el rápido crecimiento de China y la India durante los últimos 20 años explica en gran medida el posterior crecimiento de las emisiones. Así, en 2012 los países desarrollados emitieron 10 GtCO2 (32%), mientras que China y la India emitieron 10 GtCO2 (32%). Con todo, en 2012, en conjunto estos países emitieron el 64% del CO2, y en forma agregada aumentaron sus emisiones en 45% respecto de 1990. Entonces, es claro que la estabilización de la concentración de CO2 depende de lo que hagan estos países.

Las reducciones que se necesitan

El IPCC recomienda que, hacia fines de este siglo, estabilicemos la temperatura de la tierra 2°C por encima de la temperatura prevaleciente en la época pre-industrial. Su quinto informe (2013-2014) sostiene que para lograr esta meta la atmósfera no puede absorber más de 790 GtC de carbono (unas 2.820 GtCO2). Sin embargo, entre 1870 y 2011 ya se emitieron 515 GtC (unas 1.840 GtCO2), es decir, el 65% de la cuota. Por eso, la meta requiere emitir a los más 275 GtC (unas 980 GtCO2) durante el resto de este siglo. Esto parece difícil, si se considera que en 2012 se emitieron poco más de 9 GtC (unas 32 GtCO2). A esa tasa la cuota se coparía antes de los próximos treinta años y a partir de entonces ya no se podría usar energía fósil.

Alternativamente, si las emisiones se redujeran gradualmente a partir de 2020, la energía fósil podría usarse por un período algo más largo. Para ello, la Agencia Internacional de Energía (IEA) estima que, respecto de los niveles de 2012, sería necesario emitir 6 GtCO2menos en 2030 (20% respecto de 2012) y 12 GtCO2 menos en 2040 (39% respecto de 2012). Y para no sobrepasar el stock remanente de 275 GtC, las emisiones deberían seguir cayendo hasta ser nulas no más tarde que 2060. Estas reducciones son importantes y requieren la rápida conversión hacia energías que no emitan CO2 y el desarrollo y difusión de la tecnología de captura y secuestro de CO2. La IEA también estima que en 2040 las emisiones aumentarían en 5 GtCO2(15% respecto de 2012) si solo se concretan las reducciones comprometidas por Europa, los Estados Unidos, y algunos otros países. Aun peor, si estas promesas no se cumplen, al 2040 las emisiones mundiales crecerían en 14 GtCO2 (45% respecto de 2012).

Las reducciones necesarias son enormes. Por ejemplo, considérese que Chile emite unas 0.09 GtCO2 anuales, dos órdenes de magnitud menos que las reducciones requeridas. Si todas las emisiones de América Latina se suprimieran, el efecto sería casi nulo.

Las prioridades de las grandes economías

Respecto de 1990, Europa ha disminuido levemente sus emisiones gracias a la menor actividad económica debida a la crisis de 2008 y la difusión de las energías renovables no convencionales (ERNC). Sin embargo, a medida que disminuyen los subsidios a las ERNC, también aumentan las compras de carbón barato desde los Estados Unidos, Peor aun, tal parece que en el futuro Europa importará petróleo no convencional (tar sand oil) producido en Alberta, Canadá, el que emite más CO2que el petróleo convencional. Así el cumplimiento de la meta se ve más improbable aún.

 

Asimismo, el acuerdo entre los Estados Unidos y China tampoco implica mucho. De un lado, los Estados Unidos hubiesen reducido sus emisiones sin necesidad de un acuerdo o meta, porque la difusión del shale gas barato les permite sustituir generación de electricidad con carbón de manera económica y respondiendo a los precios relativos. Cumplir con la meta no tiene costo porque el carbón emite cerca del doble de CO2 que el gas natural. A ello se le suma el progresivo reemplazo del petróleo por gas en transporte, que también reducirá las emisiones de CO2, porque la gasolina y el petróleo emiten más de un tercio de CO2 que el gas natural. Y si bien, los Estados Unidos reducirán sus emisiones, éstas son insuficientes porque el gas, de todos modos emite CO2.

 

Del otro lado, las emisiones Chinas seguirán creciendo hasta 2030. En realidad China reducirá emisiones de CO2 sólo como subproducto de los planes de descontaminación de sus ciudades, lo que requeriría reemplazar carbón por gas natural (el gas natural prácticamente no emite material particulado, ni óxidos de azufre, los que dañan la salud). En 2014 China firmó un contrato con Grazprom (Rusia) para comprar gas y también le ha comprado la tecnología de fractura horizontal a las compañías norteamericanas lo que le permitirá extraer shale gas/oil. De este modo, al igual que los Estados Unidos, la reducción de emisiones, más bien, es una decisión que no tiene que ver con el cambio climático, y seguramente será insuficiente.

 

En el resto de los países la situación es similar. India privilegia su crecimiento.Canadá quiere desarrollar el petróleo no convencional (tar sands) lo que explica su retiro del Protocolo de Kioto, y el que no haya aceptado participar en su segundo período, tal como, Japón y Rusia. Y el año pasado Australia abolió el impuesto al carbono y está en discusiones para disminuir su meta de ERNC al 2020.

 

En definitiva, el comportamiento de las grandes economías sugiere que, por ahora, es difícil reemplazar la energía fósil por energías que no emitan CO2. Las ERNC no han logrado esta transición por sus bajos factores de planta y porque la energía eólica y solar fotovoltaica son intermitentes y requieren de costosos respaldos térmicos o de unidades de almacenamiento de energía. De este modo, reemplazar la energía fósil conlleva costos que, al parecer, los grandes países emisores de CO2no están dispuestos a soportar. Esto explica que la British Petroleum haya estimado recientemente que en 2040 la participación de los combustibles líquidos (petróleo, condensados, petróleo del carbón, petróleo del gas y biocombustibles), carbón y gas en la generación de energía primaria no será menor que 80%.

Conclusiones

A más de veinte de años del acuerdo marco de las Naciones Unidas para detener el cambio climático, las emisiones de CO2 siguen aumentando y con ello la concentración en la atmósfera ha sobrepasado las 400 ppm (partes por millón).Las metas de los grandes emisores de CO2 son insuficientes. Si a ello se le agrega que aún no existe la tecnología para capturar CO2, el escenario de la IEA en que la temperatura se estabiliza parece improbable. Por lo demás, los escenarios de la IEA suponen precios del petróleo por encima de los US$100/b, mientras que hoy el precio está en torno a los US$60/b.

 

Así las cosas, las reducciones de CO2 provenientes de economías en desarrollo, como las de América Latina, aunque bien intencionadas, no tendrán impacto alguno, aumentarán el costo de la energía y desviarán recursos que se podrían usar para adaptar y proteger a las zonas más sensibles a los efectos del cambio climático.

You may also like

No Comment

You can post first response comment.

Leave A Comment

Please enter your name. Please enter an valid email address. Please enter a message.