Por Rodrigo Guerrero
Las energías renovables intermitentes introducirán serios problemas operaciones en el sistema y no ayudarán a bajar los precios. La política energética correcta debe ser tecnológicamente neutral y asegurar que sean las centrales eficientes las que se incorporaren al sistema.
EN LOS ÚLTIMOS 10 AÑOS, se ha ido arraigando en Chile la idea de que el Estado debe definir una matriz de energía de largo plazo, al tiempo que se ha instalado una suerte de preferencia tecnológica por las energías renovables no convencionales (ERNC), desatendiéndose los proyectos convencionales, como la hidroelectricidad o la generación eléctrica con carbón, y postergándose estudios en el área nuclear
La promoción de las ERNC contrasta con la situación de la hidroelectricidad convencional, que es limpia y renovable, pero prácticamente no se está expandiendo.
En relación a las ERNC, se han establecido varias leyes y cuotas1, suponiendo que los mayores costos totales que ello implica — y que suelen no mencionarse — son más que compensados por beneficios tales como menor impacto ambiental, amplia disponibilidad en el país y reducción de los costos operacionales del sistema. Ello no es acertado2, por lo que no es conveniente incrementar — ni mantener– las distorsiones que las favorecen y que suelen sugerirse: aumentar las cuotas, acceder a tarifas especiales o someterse a reglas de licitación de suministro ad hoc, por ejemplo. El costo para los países desarrollados que han implementado estas medidas ha sido tal que actualmente las están retirando.
En todo caso, los mecanismos establecidos en Chile han cumplido ampliamente su propósito de fomento ERNC, ya que la inyección reconocida de energía duplica lo previsto por la Ley3 y el volumen de proyectos en desarrollo4 sugiere que éstos son atractivos, por lo que no requerirían beneficios adicionales.
Las trabas a la hidroelectricidad convencional y el veto al carbón
La promoción de las ERNC contrasta con la situación de la hidroelectricidad convencional, que es limpia y renovable, pero prácticamente no se está expandiendo. Por una parte, los derechos de agua asociados a los mejores proyectos hidroeléctricos no son accesibles para cualquier interesado en aprovecharlos, dado que la propiedad de los mismos ya se ha otorgado a perpetuidad y, en consecuencia, la ejecución de esos proyectos puede retrasarse, cualquiera sea el motivo que el dueño del derecho tenga, a cambio del pago de una patente por no uso del derecho5. Por otra parte — y aquí reside la novedad –, los dueños de esos proyectos ven muy limitada su capacidad de desarrollo, con larguísimos tiempos de aprobación ambiental, social, política y judicial, además de incertidumbre respecto a si será posible llevar a cabo el proyecto. El resultado ha sido el rediseño de proyectos, tendiendo a reducir o eliminar la capacidad de embalse, achicando la potencia de las centrales y dilatando su puesta en servicio, tal como muestra la Figura 1, en la que cada punto representa a una central hidroeléctrica. La reciente puesta en servicio de Angostura (316 MW) aparece como una excepción en un escenario en el que abundan las centrales pequeñas.
Figura 1. BdE 10-14
Si se miran los costos marginales de largo plazo, se estiman alzas entre 27% y 127%, según cómo se reemplace el carbón.
Una situación más drástica aun enfrenta la generación eléctrica a partir del carbón. Aun cuando los proyectos se hagan cargo de nuevas exigencias que no son habituales ni siquiera en los países más desarrollados6, circunstancias no técnicas terminan frustrando su ejecución. A priori, no es posible saber cuál es el estándar que tiene que cumplir hoy un proyecto de una central a carbón para que finalmente se concrete y se desconoce cuáles van a ser las exigencias a las que se la va a someter una vez que esté operativa o, peor aun, si se va a permitir su operación — situación agravada por el proyecto de ley que impone impuestos ambientales exclusivamente a las centrales termoeléctricas. La consecuencia inmediata es la paralización de inversiones en centrales basadas en carbón y el efecto final es que los precios aumentarán en el largo plazo para compensar estas exigencias o para remplazar al carbón con una tecnología más cara. Las causas pueden diferir, pero el resultado es el mismo: energía más cara para el país, estimándose que el precio de la energía subirá alrededor de un 15% a nivel residencial7. Si se miran los costos marginales de largo plazo, se estiman alzas entre 27% y 127%, según cómo se reemplace el carbón8.
¿Es posible sustentar una política energética en las ERNC y el GNL?
Limitada la hidroelectricidad y vetado el carbón, la siguiente opción es complementar la generación ERNC: eólica o solar, con gas natural. En un escenario con gas y con inyección de energía intermitente, las unidades a gas existentes deberían tomar y reducir carga, de modo que operen a un mínimo técnico cuando la generación ERNC sea mayor y a plena carga cuando la generación ERNC sea baja. Hoy, ello no es posible, porque no hay suficiente gas disponible a precios competitivos con el carbón; y si lo hubiera, se enfrentaría a serios obstáculos operacionales y económicos: operacionalmente, estas plantas (al igual que las plantas a carbón) fueron diseñadas para operar constantemente a plena carga, por lo que esta manera de operar reduce significativamente la eficiencia del ciclo térmico (lo que aumenta el consumo de combustible y las emisiones de contaminantes locales y de CO2 por unidad de energía producida) e impacta negativamente en la vida útil de las plantas; económicamente, para obtener contratos de gas baratos, éstos deben ser del tipo take or pay en suministro de GNL, lo que se traduce en una obligación de colocación continúa de la central en base, lo que contrasta con el requerimiento de un despacho “flexible”.
Por tanto, difícilmente se efectuarán inversiones en nuevos ciclos combinados para usar gas.
En todo caso, si se fuerza dicha operación flexible, el dueño de la planta deberá disponer de un mayor diferencial de precios, entre la venta de energía y el costo de producción para poder recuperar su inversión, al tiempo que esta operación con gas “flexible” impactará en la volatilidad de los precios de la electricidad9. En suma, la idea de operar las unidades a gas como respaldo de las ERNC se traduce en un alza de precios, además de contracción en las inversiones futuras y pérdidas para inversiones existentes, tal como se ha vivido en otras latitudes. Por tanto, difícilmente se efectuarán inversiones en nuevos ciclos combinados para usar gas — a lo más, se cerrarán los ciclos abiertos existentes.
El costo de la incertidumbre energética
Los impactos que los expertos están previendo no son menores y, por supuesto, deberían generar alarma y reacción inmediata, especialmente cuando se afecta a toda la economía. Un estudio efectuado por investigadores de la Universidad Alberto Hurtado y Synex mostró que el impacto del retraso en las inversiones para generación eléctrica, que se ha ido acumulando a partir de 2007, ya habría producido una pérdida considerable de PIB, inversión, empleo y consumo. Habida consideración del plazo que las inversiones toman para materializarse, entre 2012 y 2019 su postergación disminuirá el PIB en 6,15%; la inversión acumulada en 17,85%; el consumo agregado en 8,6%; y el empleo en 8,31%. A modo de comparación, la reforma tributaria propuesta por el actual Gobierno espera recaudar un 3,02% del PIB anual.
El costo para el país llegaría prácticamente a los US$ 10.000 millones anuales, más del 3,7% del PIB y de lo que recaudará la reforma tributaria; unos Ch$330.000 pesos por persona perdidos cada año, al tipo de cambio de hoy. La tarifa residencial se duplica.
El mismo estudio estimó que un aumento de 36% de las tarifas eléctricas disminuye aproximadamente en un 1,0% al PIB anual10. Sumemos los impactos: el costo de la generación con meta ERNC de un 20% al 2024: US$ 1.600 millones anuales11; más el alza de costos si existe un cambio tecnológico desde el carbón al gas en el largo plazo: US$ 1.73012 millones anuales. Así, si bien un cálculo riguroso requiere una simulación con modelos de optimización y restricciones en la expansión, además de un foco en el largo plazo, estos montos nos dan un orden de magnitud del costo de estas políticas de al menos US$ 3.330 millones anuales, equivalentes a 1,2% del PIB; a más de un tercio de lo que recaudará la reforma tributaria; o a poco más de Ch$100.000 pesos anuales por cada habitante. Y a eso habría que sumar la pérdida adicional de PIB por el tiempo que las inversiones continúen trabadas.
Si el gas tampoco fuese la tecnología de desarrollo, por las razones arriba expuestas, al costo de US$ 1.600 millones anuales por promoción de las ERNC hay que sumar el alza de los precios si el desarrollo de largo plazo se da con turbinas operando con diésel, es decir unos US$ 8.14013 millones anuales, con lo que el costo para el país llegaría prácticamente a los US$ 10.000 millones anuales, más del 3,7% del PIB y de lo que recaudará la reforma tributaria; unos Ch$330.000 pesos por persona perdidos cada año, al tipo de cambio de hoy. La tarifa residencial se duplica. Esto claramente no es un escenario aceptable ni deseable.
La política energética eficiente
¿Qué opciones tiene Chile para continuar generando la energía necesaria para sostener el crecimiento? La mejor alternativa es dejar que la inversión en generación se defina por criterios técnicos, minimizando el costo del sistema en un ambiente de competencia y libertad económica para invertir en cualquier tecnología, garantizando un determinado nivel de seguridad de suministro y exigiendo el mayor nivel de sustentabilidad ambiental y social. El criterio de costo-eficiencia, que incluye los costos sociales y ambientales, indica que la política energética eficiente es hidroelectricidad, complementada con generación termoeléctrica eficiente. Otras soluciones representan un alza de precios permanente, e incluyen complementar las ERNC con generación en base a (i) diesel, (ii) gas interrumpible o (iii) generación hidroeléctrica de embalse.
De hecho, esto es lo que se ha observado en los últimos años. Al faltar generación térmica de base (que usaba gas argentino), el carbón y el petróleo han aumentado su participación en la matriz de generación eléctrica de manera importante, como se aprecia en la Figura 2. Tras unos años, el carbón trató de llenar el espacio dejado por el gas argentino, así como el diesel llenará el espacio que perderán el carbón y el GNL14. El único modo de que sean las renovables quienes ocupen ese espacio, al menos en parte, es haciéndolas gestionables por un centro de despacho de carga. Y el único modo de hacer gestionables a las energías renovables es considerándolas a todas, no sólo a las no convencionales: hay que sumar centrales hidroeléctricas con capacidad de embalse.
Figura 2 Breve 10-14
Si bien la hidroelectricidad convencional está considerada en la Agenda de Energía, las centrales hidroeléctricas de embalse no aparecen en el plan de obras oficial15, ni como proyectos en construcción ni como proyectos sugeridos para el mediano y largo plazo. La meta es generar las condiciones para revertir esta situación y, efectivamente, bajar los precios en el largo plazo.
Levantar las barreras legales y de otro ámbito a la inversión en tecnologías eficientes como las centrales hidroeléctricas con capacidad de embalse.
Por tanto, si no deseamos resolver el problema del suministro de electricidad quemando petróleo, corresponde ahora emprender tres acciones:
Primero, abandonar la idea de que una matriz energética, con cuotas tecnológicas establecidas por la autoridad, es conveniente para el país. Lo conveniente es definir reglas claras, tan exigentes como sea necesario, y fiscalizarlas férreamente. Esto incluye reconocer que las leyes pro ERNC han cumplido ampliamente su objetivo de promover esas tecnologías y, por tanto, pueden ser derogadas.
Segundo, levantar las barreras legales y de otro ámbito a la inversión en tecnologías eficientes como las centrales hidroeléctricas con capacidad de embalse.
Tercero, señales concretas que convenzan a los inversionistas de que sus proyectos serán bienvenidos en la medida de que sean eficientes, cumplan con la normativa y se hagan cargo de su impacto, basándose en criterios técnicos y objetivos.
Fallar en esa tarea, o postergarla, es caro y lo pagamos todos.
Notas
- Ley 20.257/2008, complementada por la Resolución Exenta 1278/2009 y ampliada por Ley 20.698/2013, además de leyes que favorecen la geotermia, la generación residencial y a los pequeños medios de generación distribuida. ↩
- Un trabajo reciente (Ignacio Urzúa, Medición del impacto de la penetración de energías renovables no convencionales intermitentes en los costos del Sistema Interconectado Central, junio de 2014) muestra que los costos operacionales disminuyen, pero no alcanzan a compensar los mayores costos por inversión en generación y transmisión. El resultado, al año 2024, es un aumento en los costos totales por US$ 80 millones anuales, por cada punto porcentual de generación ERNC (ver Tabla 5.7 de ese trabajo; el resultado se obtuvo variando la penetración ERNC entre 10% y 30%). Con la obligación modificada por la Ley 20.698, el costo total podemos aproximarlo a los US$1.600 millones anuales, aun sin considerar el costo de la variabilidad estocástica de la generación ERNC intermitente, ni las restricciones de operación de las centrales térmicas de base. ↩
- La obligación de este año es acreditar el 5% de los retiros con generación ERNC. En los últimos meses se ha acreditado un 11%, y en el año el acumulado es 8%. Los detalles se encuentran en el reporte que mensualmente publica el Centro de Energías Renovables de julio de 2014). ↩
- El reporte citado del Centro de Energías Renovables señala que unos 14.000 MW de proyectos ERNC cuentan con permiso ambiental, de los cuales unos 2.500 MW están en construcción u operación y hay, además, unos 6.500 MW en calificación ambiental. Como referencia, la suma de las demandas máximas del 2013 bordeó los 10.000 MW. Pero el problema no son los MW, sino los MWh. ↩
- El pago de patentes por no uso asociado a derechos no consuntivos durante el 2013 alcanza a US$ 55 millones. Dado que, en general, ello no produce masivas devoluciones de derechos de aprovechamiento que no se están usando, ni tampoco incentiva un desarrollo acelerado de los proyectos, ese monto sugiere que el beneficio de mantener el derecho, sin usarlo ni venderlo a un tercero interesado en usarlo, es mayor. ↩
- El Decreto 13/2011, promulgado el 18 de enero de 2011 y publicado el 23 de junio de 2011 limitó las emisiones de material particulado, NOx y SO2, los que en su momento fueron considerados los más estrictos del mundo. Los nuevos proyectos, como Punta Alcalde, consideran domos para encapsular la cancha de carbón. La actual propuesta de Reforma Tributaria incluye impuestos a las emisiones de CO2, así como a las emisiones mencionadas precedentemente. ↩
- Galetovic, A. y Muñoz, C., Breves de energía 05/14, “Políticas energéticas e impuestos ambientales en Chile” (junio de 2014). El cuadro 2b muestra que, si el carbón deja de ser la unidad de desarrollo, y dado que está en vigor la Ley 20.698, las tarifas residenciales suben de US$189,2 a 217,1/MWh, un aumento de 15%, en el mejor de los casos y a US$306,4/MWh en el caso más adverso, un aumento de 62%. Como referencia, la tarifa residencial en Perú varía entre US$104 y US$143 /MWh (Tarifa BT5B en Lima, según consumo mensual y un tipo de cambio: Soles 2,79/US$. ↩
- Galetovic, A. y Muñoz, C.: op. cit. En el cuadro 1 de ese estudio se muestra que, si el carbón deja de ser la unidad de desarrollo, el costo medio sube de US$96,5 a US$122,5/MWh, un aumento de 27% en el mejor de los casos y a US$219,4/MWh, un aumento de 127% en el caso más adverso. ↩
- Urzúa, Ignacio: op. cit. ↩
- En estricto rigor, en sus conclusiones señala que un alza en el nivel de los costos marginales igual a un 65% impacta reduciendo la tasas de crecimiento del PIB en 1,8 puntos porcentuales. ↩
- Calculado como se señaló en la nota 2. ↩
- Si la tarifa eléctrica sube un 27%, el PIB cae un 0,75%. El PIB en 2013, según el Banco Central, fue de Ch$114.022.307 millones (unos US$ 230.348 millones, con un tipo de cambio de Ch$495/US$). ↩
- Si la tarifa eléctrica sube 127%, el PIB cae 3,53%. ↩
- El GNL es equivalente al gas argentino, pero a un precio significativamente mayor y con disponibilidad de compras spot muy limitada. ↩
- Comisión Nacional de Energía: “Fijación de precios de nudo de corto plazo – SIC. Informe técnico definitivo” (abril de 2014). ↩
Rodrigo Guerrero
Gerente Comercial y de Desarrollo de Statkraft-Chile.
Ingeniero Civil de Industrias de la Universidad Católica, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez.