El biocombustible líquido es producido a partir de biomasa, siendo los más comunes el bioetanol y el biodiesel. El bioetanol se obtiene de la fermentación de cultivos a base de almidón, como caña de azúcar, remolacha azucarera, maíz y trigo. Mientras que el biodiesel se obtiene de los lípidos (aceites y grasas) presentes en el aceite comestible.

Los biocombustibles han sido promovidos como reemplazos ideales de los combustibles fósiles líquidos, debido a que sus emisiones de CO2 no afectarían el clima (carbono neutralidad).  Las emisiones de CO2 derivadas del uso  de biocombustibles, y de la biomasa en general, no son contabilizadas, ya que, se asume que es una devolución del carbono previamente tomado de la atmósfera. Europa ha liderado el uso de biomasa, de hecho, más del 50% de la energía renovable europea se produce quemando este tipo de combustible.

Un reciente informe de la Real Academia de Ingeniería de Inglaterra advierte que los biocombustibles de segunda generación, producidos a partir de cultivos específicos, como por ejemplo, la caña de azúcar y el maíz, de no ser bien regulados, incentivarían la deforestación, debido al uso de suelos previamente forestados. Anteriormente, esta situación ya había sido advertida en un reporte de Climate Central.

El estudio también cuestiona el uso de biocombustibles provenientes de las microalgas, ya que, a pesar de que pueden crecer en tierras no cultivables, son intensivas en energía y económicamente inviables.

Finalmente, la Ral Academia recomienda regular con mayor cuidado el uso de los biocombustibles líquidos derivados de cultivos específicos, y fomentar la producción de aquellos que sean derivados de desechos, como el aceite de cocina usado y la madera.

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