El gran incendio en el Amazonas, iniciado días atrás, ya ha consumido del orden de 500.000 hectáreas, sin duda un desastre natural. Sin embargo, grandes incendios forestales como este, no son una novedad en el mundo.
En 2015 en los Estados Unidos se quemaron 4,5 millones de hectáreas, uno de los peores años desde 1960. En 2016 se quemaron más de 500.000 hectáreas en sólo un incendio en Alberta, provincia de Canadá, amenazando una parte importante de la producción de petróleo de ese país. En 2018, un problema eléctrico en las líneas de la empresa Pacific Gas & Electric, la mayor distribuidora de electricidad de California, causó un devastador incendio que quemó poco más de 50.000 hectáreas, lo cual derivó en que esta empresa se declarara en bancarrota, al enfrentar demandas por pérdidas evaluadas en más 30 mil millones de dólares.
En los Estados Unidos, un reciente estudio dio a conocer que en los últimos 30 años se han triplicado los incendios de matorrales en las praderas de la zona central de ese país.
En Chile, durante enero y febrero del 2017 se quemaron alrededor de 600.000 hectáreas de bosques en el centro y sur de Chile, unas 7 u 8 veces la superficie urbanizada de Santiago, lo que pone en perspectiva la magnitud de la catástrofe. Pero, quizás es aún más interesante saber que ese incendio consumió poco menos del 3,5% de la superficie cubierta por bosques en Chile.
Hasta los incendios de 2017, el récord se había marcado en 2015, con 129.000 hectáreas quemadas. De hecho, desde mediados de los años ochenta y hasta 2016, la CONAF reportaba, en promedio, entre 5.000 y 7.000 incendios cada año y entre 30.000 y 90.000 hectáreas quemadas.
Muñoz y Galetovic (2017) mostraron en su estudio que Chile es un país de bosques. Sin embargo, el presupuesto del que dispone CONAF para el cuidado de estos bosques es de poco más de un dólar por hectárea, lo que pareciera ser modesto, si se compara con lo que gastan los Estados Unidos en el cuidado forestal, con un presupuesto que es unas 11 veces mayor al chileno.
Los incendios forestales, además del costo en vidas y daños materiales que implican, contaminan el aire, pues emiten material particulado y óxidos de nitrógeno, pero también liberan prematuramente a la atmósfera dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, que son gases de efecto invernadero (GEI) que podrían haber permanecido capturados por al menos varias décadas. De este modo, una política que promueva la protección de los bosques y un rápido y efectivo combate de los incendios forestales, además de reducir los costos directos de estos eventos, traerá menores emisiones de GEI, y beneficios directos a la población por una menor contaminación del aire.
Las emisiones asociadas a los incendios forestales son difíciles de estimar, pues dependen de varios factores, entre ellos, del tipo de bosque incendiado, edad y estado. Sin embargo, en los incendios de 2017, algunas estimaciones sugieren que sólo por concepto de bosque nativo, las emisiones podrían haber sido de 5 a 20 millones de toneladas de CO2 equivalente.
Según el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) un calentamiento promedio de la Tierra por sobre 1,5°C, respecto de la era preindustrial, aumentará la probabilidad de ocurrencia e intensidad de olas de calor, sequías, fuertes lluvias, aluviones, huracanes, incendios, entre muchos otros potenciales impactos. De hecho, los días extremadamente calurosos, como los que ya se han experimentado en las épocas de verano, se volverán más severos y comunes, aumentando la probabilidad de ocurrencia de los incendios forestales.
Actualmente, en el Congreso se discute una nueva reforma tributaria, la cual incluye algunas modificaciones a los impuestos verdes. Entre ellas, destaca el empleo de un mecanismo de compensaciones a las emisiones de CO2. En buenas cuentas, este mecanismo permite que nuevos agentes puedan ofrecer reducciones de emisiones, con costos inferiores al valor del gravamen. En efecto, las compensaciones suelen utilizarse cuando existen fuentes exentas de pagar sus emisiones, y cuyas reducciones cuestan menos que el impuesto.
Las reducciones de emisiones derivadas del control y prevención de los incendios forestales, en alguna medida, también podrían ser mecanismos de compensaciones de emisiones de CO2. Esta podría ser una buena oportunidad para incluirlas en el proyecto de ley.
La temperatura ya ha subido en promedio 1,0°C y se espera que continúe en la misma senda en la próxima década. A pesar de ello, desde hace varios años, nuestro país ha enfocado su lucha en contra del cambio climático, principalmente a través de la mitigación de CO2, sin embargo, en 2017, en tan sólo unas pocas semanas, perdió el 3,5% de su patrimonio forestal. Los bosques son una manera eficiente de reducir carbono, de modo que al cuidar sus bosques, Chile no sólo está cuidando su patrimonio, sino que también el de la humanidad, expresado en la forma de un mejor clima.
Cristián Muñoz
Director de Breves de Energía.
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